En el país hay cerca de 100 establecimientos que reciben pagos con divisas digitales. Las autoridades alertan de que no se trata de dinero real y que los bancos que acepten esas transacciones cometen un delito
Iván López, mesero de 23 años, limpia la barra poco tiempo después de subir la cortina. Pronto llegarán los clientes, pero no necesariamente llenarán la caja de billetes. Muchas veces bastará con un código QR o que la persona pase a un cajero automático que está enfrente de él y cuya pantalla revela que no se trata de un local cualquiera: “Bitcoin ATM”. El establecimiento, ubicado en el barrio capitalino Roma, es una especie de meca de entusiastas de criptomonedas. Así como este, hay cerca de 100 de locales en todo el país que aceptan divisas digitales como forma de pago, según el sitio especializado CoinMapp, pese a que las autoridades no las reconocen como moneda de curso legal. Esto ha puesto el foco, nuevamente, en un debate que sigue en curso en el mundo. Mientras Hacienda y los economistas cuestionan la viabilidad de estos negocios, empresarios como Lorena Ortiz, dueña del Bitcoin Embassy Bar, insisten en que el dinero tradicional es cosa del pasado.
Entrar en el local de Ortiz, de 31 años, es dar un salto al futuro. Un pizarrón anuncia descuentos para los que paguen con divisas digitales, un vitral reúne gorras, tazas y libros firmados por expertos mundiales en el tema. Y, para coronar la escena, encima de la barra cuelga una pantalla con el tipo de cambio con respecto al dólar. Aquí el bitcoin no es solo una manera de pago sino una declaración de principios. La empresaria, de blusa sin mangas y con un collar plateado con forma de B (el símbolo del bitcoin), desconfía del sistema financiero: “Los banqueros dicen que no se le puede considerar como moneda porque no está regulada por un banco central. Eso no es cierto. La historia nos ha enseñado que el dinero no debe ser emitido por una institución. Es un consenso de la población”.
La forma de pensar de Ortiz, y de una gran mayoría de criptoentusiastas, choca de frente con la opinión de Gabriela Siller, directora de análisis económico de Banco Base: “Es una moda que desafortunadamente terminará por ser utilizada para cuestiones ilegales”. El comentario de Siller no está aislado. Organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), en el caso de México, han alertado de que estas divisas pueden dar pie a la financiación del crimen organizado o a fraudes —algo que los defensores del bitcoin insisten que ya pasa con el dinero oficial—. Estas posiciones tan dispares, entre un lado y el otro, representan para usuarios como el artista digital Gustavo Grillasca, de 42 años, un choque entre el pasado y el presente: “Los banqueros que se la pasan criticando son como los taxistas que se quejan de Uber”. Grillasca, sentado a un lado de Ortiz, es el primer cliente en entrar. Son las 15.00 y el bar sigue vacío. El tiempo tampoco ayuda, fuera del local hay una lluvia torrencial.
Además de funcionar como restaurante, el Bitcoin Embassy Bar organiza talleres informativos, debates y videoconferencias con personalidades internacionales que apoyan el uso de criptomonedas, como el estadounidense Max Keiser. En la segunda planta del local hay una galería de arte de cuadros basados en tokens no fungibles (NFT, por sus siglas en inglés). Los NFT son elementos virtuales únicos que pueden ser comprados en línea. Por ejemplo, en marzo, un artículo de The New York Times fue subastado por casi 500.000 dólares. Ortiz fuma un cigarrillo electrónico, tres clientes más se acercan a la puerta del primer piso. Grillasca, quien la convenció de adornar su establecimiento con arte digital, la interrumpe por un momento: “Ya no hay manera de detener al bitcoin”.
Una moneda sin carácter oficial
Desde su creación en 2009, en plena efervescencia antiestablishment por la crisis económica, el bitcoin —y todas las divisas digitales que le siguieron— han sido rechazadas por las principales instituciones financieras del mundo. El anuncio de El Salvador de adoptarlo como moneda de curso legal en junio ha envalentonado a sus defensores y provocado un rechazo frontal de sus detractores. México no es la excepción. A las pocas semanas de la noticia, Hacienda, Banxico y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) emitieron un comunicado conjunto en el que recordaron que las criptomonedas no están admitidas en sistema financiero y que, por tanto, los bancos no pueden operar con ellas.
A Ignacio Flores, bitcoiner (usuario de la divisa) y director ejecutivo de FIDO, una empresa de protección de operaciones monetarias, la posición de las instituciones no le sorprende: “Esto es como en los noventa cuando llegó el internet. Había radio y televisión y de repente llega un canal alterno que transmite audio y video. La tecnología siempre va por delante de las leyes”. Al no estar regulada por un banco central, el precio de las divisas digitales está sujeto al poder de la oferta y la demanda.
Este año, el valor de un bitcoin pasó de 63.000 dólares en abril a 30.000 en julio. Ahora se encuentra por arriba de los 57.700. Esta oscilación puede variar por el entusiasmo de los compradores. Parte del porqué de esta volatilidad reciente se debió a la decisión del excéntrico dueño de Tesla, Elon Musk, de aceptar bitcoin y que al poco tiempo se echó atrás. Gabriela Siller pone el dedo sobre la llaga: “Los negocios que aceptan criptomonedas corren un riesgo porque fijan precios con la moneda oficial y van estimando, pero el valor fácilmente puede variar un 15% en un día. Para una empresa, el riesgo es mayor que el beneficio”.
Otra de las críticas al bitcoin gira en torno al fraude fiscal. Es decir, como no es dinero reconocido por el Gobierno, no se podría tributar. Carlos Serrano, economista jefe del BBVA en México coincide en esa preocupación: “En un país como el nuestro, antes de pensar en más negocios que acepten estos pagos, habría que asegurarse de que esto no se convierta en un vehículo de evasión. Hoy por hoy no puedes pagar tus impuestos con criptomonedas”.
La realidad es un poco más compleja. Como no pueden usar la app de un banco, y mucho menos una terminal, lo que hacen empresarios como Lorena Ortiz para tributar sus ingresos en bitcoin es convertirlos en pesos y notificar al fisco la cantidad de sus ventas en el valor de la moneda oficial. La mayoría de los negocios que han comenzado a aceptar pagos digitales son pequeñas y microempresas, muy lejos de la imagen de un pirata virtual en busca de una gran estafa.
El consultorio de la dentista Carmen Salgado, de 28 años, es uno de ellos. Su despacho está en un departamento que renta con otro odontólogo en el segundo piso de un edificio estrecho en el sur de Ciudad de México. “Yo creo que es el futuro. Pero como mis pacientes ven que este es un negocio muy formal no piensan en pagarme en criptomoneda”, dice mientras atiende a un hombre. Salgado decidió aceptar este tipo de divisas hace tres años, pero hasta el momento solo ha conseguido que un curioso le pregunte por Facebook sobre esta forma de pago.
La regulación como punto medio
Hay una palabra que sobrevuela las intensas discusiones entre los entusiastas y los críticos: regulación. Los más fervientes defensores de las criptomonedas creen que esto contraviene el espíritu original de bitcoin: una especie de desafío al sistema financiero, que se autorregula y que, además, sirve como un valor refugio para futuras crisis, como lo ha sido el oro, pese a su alta volatilidad.
Carlos Serrano cree que los bancos centrales y los gobiernos han llegado tarde a la discusión. Propone que los países aprovechen la tecnología de cadena de bloques — blockchain, y que es la base de datos que permite el funcionamiento del sistema bitcoin— y comiencen a emitir sus propias divisas digitales. “Es urgente que los bancos centrales discutan alternativas. Es innegable la ventaja de deshacerse del dinero físico”, sentencia.
Puede ser que la regulación trastoque el aura combativa de las criptomonedas, pero es el punto medio que para muchos puede significar una victoria. De hecho, en 2018 entró en vigor una nueva ley que, justamente, regula los pagos electrónicos y los activos virtuales como las criptomonedas. Pero la norma solo dejó un vacío porque no se tocó el tema de fondo: ¿un negocio puede aceptar, por ejemplo, bitcoin? Según los expertos consultados sí, pero no porque estén cobijadas con la legislación. Sin embargo, un establecimiento puede justificar esa transacción como una forma de trueque.
Ortiz coincide en parte con la noción del economista jefe del BBVA y no cierra la puerta a aceptar algún tipo de regulación: “Bitcoin es un movimiento social. ¿Y qué pasa con los movimientos sociales? O se extinguen o se institucionalizan”. Y remata: “No será lo que queríamos, pero será una forma de converger dos mundos”.
En el pequeño café Demente en el barrio Nápoles de la capital mexicana, Francesco Sasso, de 38 años, cuenta cómo unos ladrones le robaron la tableta con la que cobraba en criptomonedas. Ahora utiliza una app en su celular. Realmente es poco lo que factura con divisas digitales. En un mes inusual, quizás llegan a pagar en criptomoneda un par de entusiastas. Así como él, muchos otros pequeños empresarios han visto que los ingresos en bitcoin son casi anecdóticos. Sasso se sincera: ”He recibido 500 pesos, que llegaron a ser 1.500 y ahora son 600. Prácticamente ni movemos ese dinero porque sería especular. Me voy a cansar de estar jugando para sacar una ganancia”.
Source: elpais.com