Por James Campos, Ex director del Departamento de Energía de Estados Unidos
Necesitamos políticas energéticas inteligentes, sustentables y humanitarias que no afecten más a las comunidades minoritarias, al tiempo que ayuden a mantener los empleos de los estadounidenses y el florecimiento de nuestra economía. El impacto psicológico y físico de la falta de recursos puede ser igualmente devastador que los contaminantes en los que nos enfocamos hoy en día. No se pueden reemplazar abruptamente los empleos en la industria del petróleo y gas con instaladores de paneles solares o productores de los mismos. Por ejemplo, un instalador de paneles solares gana desde US$ 15 hasta US$ 23 por hora, mientras que un constructor de un oleoducto podría ganar hasta US$ 80 o US$ 90 por hora. Además, hasta el momento no se ha demostrado que estos nuevos empleos creados en el ámbito de la energía renovable sean sustentables a largo plazo.
Todos deseamos tener abundante energía limpia, sustentable, viable y accesible para nuestra creciente economía. También queremos un medio ambiente limpio para nosotros, nuestros hijos, nietos y demás personas en el mundo. Todos buscamos un medio ambiente limpio y sano que no esté contaminado por nuestras fuentes de producción de energía. Y está bien documentado que las minorías son las que sufren más por causa de los contaminantes. Una vez establecido esto, debemos analizar a fondo los efectos no deseados que son igual de importantes que los contaminantes para la vida de las minorías. Antes que nada, es esencial entender la forma en que la energía se desarrolló y evolucionó a lo largo de la historia y la razón por la cual los cambios evolutivos graduales pueden ser mejores que los cambios revolucionarios para las comunidades minoritarias.
Históricamente, la energía ha sido un proceso evolutivo lento en cuanto a su desarrollo. Desde el uso de esperma de ballenas para las lámparas y el carbón para la calefacción y la generación eléctrica, hasta el petróleo y gas para el transporte. Y ahora, tanto Estados Unidos como el resto del mundo experimentan de nuevo otra etapa de desarrollo en la producción masiva de energía, pero esta vez es más revolucionaria que evolutiva. Observamos ahora distintas formas de energía, un renacimiento de las variedades, una mezcla de diferentes fuentes de energía más limpia para la red eléctrica, desde micro reactores nucleares, hasta fuentes geotérmicas, solares, eólicas, de hidrógeno y oceánicas, por nombrar algunas.
Gran parte de la presión y la prisa por implementar la nueva tecnología proviene de una ciudadanía con más conciencia social y de grupos activistas ambientalistas que exigen a las compañías reducir sus huellas de carbono. En nuestra búsqueda nacional para fuentes de energía más limpias, también debemos considerar las diversas consecuencias de las fuentes de energía sobre nuestra sociedad, no sólo pensar en el cambio climático. El problema del cambio climático es muy importante, pero necesitamos un enfoque equilibrado de estrategia energética sobre “todo lo anterior” que aplique las fuentes de energía probadas existentes al tiempo que avanza hacia otras fuentes de energía sin causar alteraciones profundas en el bienestar general de nuestras comunidades más vulnerables. Por ejemplo, cambiar abruptamente de los combustibles fósiles, tal como el gas natural, hacia alternativas solares o eólicas podría causar un aumento en el precio de los servicios públicos que afectaría adversamente las finanzas de las personas que viven en las comunidades desatendidas.
Reducir la capacidad de un oleoducto o cancelar la construcción de un oleoducto también es tema de gran preocupación respecto a la cadena de abastecimiento de energía del país y nuestra seguridad nacional. Eventos recientes, como las violaciones en la seguridad del oleoducto Colonial afectaron el acceso al combustible de casi 40 % de toda la Costa Este. ¿Imaginan el impacto sobre el ingreso mensual del hogar de un trabajador promedio si esto se convierte en un incidente rutinario? A medida que las comunidades minoritarias del país continúan creciendo, debemos buscar políticas que las protejan. Los costos de los servicios públicos en las familias de las minorías ya representan una alta porción de sus ingresos brutos. Incluso cambios ligeros podrían añadir una carga financiera significativa a una familia que trata de sobrevivir. Muchas de ellas viven por debajo de la línea de pobreza. Un aumento en los precios de la energía también podría impactar el costo de los bienes para los consumidores y afectar las finanzas de las comunidades minoritarias que ya se deben esforzar para comprar los productos básicos. De hecho, muchos bienes, tales como ropa, mobiliario, vehículos y utensilios cotidianos derivan de los plásticos que provienen directamente de los productos petroquímicos. La sustitución de los petroquímicos por otros productos ya demostró que es más costoso e incluso prohibitivo en muchos casos.
Lo que muchas personas ignoran es que la industria energética está haciendo mucho por la captura de carbono y el reciclado de carbono. Genera menos emisiones a través del petróleo y gas en una cantidad superior a los que hacía en 1970 y en la actualidad supera los objetivos del Acuerdo Climático de Paris. Nuestras políticas energéticas actuales han logrado una energía más limpia que hace 50 años y avanzamos hacia cero emisiones netas de carbono a pesar del aumento en el uso de combustibles basados en carbono. Fomentar las tecnologías de energía más limpias de una manera “revolucionaria” en vez de “evolutiva” impulsada por el mercado, puede ayudar a reducir el uso de combustibles basados en carbono, pero no resuelve confiablemente las necesidades de consumo de energía de nuestra economía ni asegura el acceso a una energía asequible. La transición requerirá una planeación inteligente y un enfoque pragmático holístico. Ya se trate de la eliminación de empleos lucrativos, menor acceso a energía asequible y confiable o el aumento en el costo de los productos básicos para las familias, nuestras comunidades más vulnerables, como son las poblaciones negras y latinas, sufrirán el mayor impacto negativo. Finalmente, debemos adoptar un enfoque sensible y equilibrado ante las políticas energéticas que maximicen tanto las fuentes de energía tradicionales como las nuevas para resolver nuestra economía energética, nuestros objetivos climáticos y proteger al mismo tiempo a nuestras comunidades más vulnerables y salvaguardar nuestra seguridad nacional.